jueves, 2 de diciembre de 2010

El Granma: la epopeya





La Habana, Cuba. – Era la madrugada del 25 de noviembre de 1956 en Tuxpán. La ciudad dormía un sueño profundo de salitre y mar. Mas esta calma sería el preludio de una gran epopeya.

De vez en vez algunas sombras fugaces se dibujaban junto a un yate encallado en el puerto. Eran los futuros expedicionarios, y aquel pequeño navío: El Granma.

Desde ese momento comenzó la faena de carga: armas, equipos y algún que otro alimento. Luego, la callada competencia por tomar un puesto en la nave. Y finalmente la partida, entre abrazos ahogados y acalladas emociones.

Con el empuje de un solo motor, comenzó a moverse el Granma. A bordo, 82 hombres liderados por Fidel Castro, llevaban un solo destino: ¡Vencer o morir por una Cuba libre!

Detrás iban quedando las luces de la ciudad, y en lontananza se abría imponente el Golfo de México. Entonces el silencio estalló en un solo clamor: el del Himno Nacional.

En plena travesía comenzó la tormenta. El Granma se bandeaba de un lado a otro, amenazando con ceder ante la presión de las olas y el batir del viento. Tras cinco días de temporal, el 30 de noviembre amanecía sereno en el Mar Caribe. En esos momentos Frank País daba la orden de alzamiento en Santiago de Cuba y Fidel, con un radio receptor en la mano, aseveraba: "Quisiera tener la facultad de volar.”

Después de siete días a la deriva, el desembarco era un hecho. Mas, muy cerca de las costas, el Granma encalló en el fango y comenzó a hundirse lentamente. La orden no se hizo esperar: ¡tirarse a pie y cruzar la ciénaga!

Con lodo y mangle hasta la cintura, avanzaron los expedicionarios. Al hostigamiento de la geografía, se unía el de la aviación enemiga; alertada cablegráficamente por un navío de la dictadura. Después de varias horas, los jóvenes sintieron suelo firme bajo sus pies.

Era el dos de diciembre en playa Las Coloradas. La travesía había llegado a su fin, pero iniciaba la más grande epopeya independentista de la Isla. Con el corazón henchido de esperanza y la resuelta decisión de vencer, los expedicionarios daban un último adiós al yate Granma. A lo lejos se alzaba majestuosa la Sierra Maestra.


Por Malvy Souto López

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