jueves, 15 de abril de 2010

El sueño que tuve una vez

6:49 PM - Una vez cuando nadie pensaba que las circunstancias favorecerían la llegada al poder de un nuevo instrumento político que supuestamente lucharía por las mejores causas del pueblo dominicano, soñé con tener un país donde sus hijos no se vieran obligados a cruzar el mar Caribe en yola y donde la forma de buscarse la vida no sea vendiendo estupefacientes, ni mucho menos, atracando a sus mismos hermanos.

Soñé con que en este país, el gobierno formaría las brigadas que recorrerían los lugares más recónditos de nuestra media isla, en busca de alfabetizar a todo aquel que no haya podido ser ilustrado con el pan de la enseñanza, pero también tuve otro sueño y es que vi a los hijos de don Juan, preocupados como antes, en los barrios de las ciudades más importante del país, socorriendo a los desvalidos y extendiéndoles las manos a todos aquellos que necesitaran el pan de cada día, y así poder alimentarse para no ser víctimas de la tozudez del hambre y la desnutrición impuesta desde arriba. Pero era un sueño.

Otro de los tantos sueños consistió en ver a la mayoría de los dominicanos(a) en edad de trabajar, levantarse cada mañana a tomar las rutas que lo conducirían a sus labores habituales sin que pudieran encontrarse con un tapón en la avenida Duarte, en la veintisiete de febrero o en la Luperon. Soñé con que cada ciudadano de este país sería propietario de un avión privado y de un tren eléctrico con la finalidad de auto transportarse. Pero era un sueño.

Soñé también, con que muchos de los funcionarios de este gobierno, habían comprados sus hermosas villas en un lugar donde solo podían entrar los Santos y Ángeles guardianes del señor. Soñé además con que parte de esas adquisiciones, habían sido en una época habilitada para moradores de Guachupita, San Carlos, Villa Consuelo y otras comunidades pobres de este país. Ah!, debo decir que la doña que me analizó este último sueño, parece que no se recordó que en el paraíso terrenal en el cual vivimos no somos todos iguales, debido a la división de clases impuesta por el sistema. Pero aunque a ella se le olvido decir y hasta admitir que aquí el pobre siempre sueña, pero casi nunca se concretizan sus sueño, algún día se cuecen habas.

El último sueño que tuve fue grande y largo, pero en el camino, a ese mismo sueño por lo largo que era, me vi en la necesidad y obligación de recortarlo y hacerlo mucho más corto y accesible a cualquier dominicano, sin importar credo, raza, color o clase social, pero aún constriñéndolo no pude desmenuzar su contenido en el momento en que viajaba a distancia por el aire, con el rumbo equivocado. Pero no me importó cuantas peripecias se hicieron para impedir la revelación, por eso seguí buscando, ya que estaba seguro que en el camino hacia la realidad, encontraría la verdad por la cual empecé a soñar. Pero a pesar de todo, era un sueño.

Fue así, que desperté lleno de espanto y estupor, al ver a tantas personas interesadas en mis sueños, no porque a ellos les interesara jugar un pale para sacarse la loto y cambiar sus vidas, sino porque en el fondo, ese sueño era parte consustancial de la realidad de nuestros barrios. Esa misma realidad que hoy prevalece, haciendo estragos insoportables por la manera despiadada con actúan sus actores principales.

Solo les digo, que en realidad, todo era un sueño, que el pueblo al final de cuenta pudo descifrar y prepararse para lo peor que pudiera pasarle, es decir quedarse sin dinero, sin trabajo y sin comida, solo porque a unos vivos se le ocurrió asaltar al Estado, amparándose en las prédicas del maestro, lo cual nos enseñó lo más puro y noble, la honradez y la pulcritud.

Pero a decir verdad, la consigna de no matar, ni robar, ni en sueño pueden pronunciarlas los que hoy dicen seguir al maestro, porque de hacerlo, es posible que el lider se revuelque en su propia tumba, por el horror que le produce todo esto.



Autor: Francis Pérez

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