Siento preocupación al no ver al gobierno del Partido de la Liberación Dominicana fijar su posición en relación al éxodo masivo de haitianos ilegales que están convirtiendo a las ciudades y pueblos del interior del país, en comunidades arrabalizadas y enajenadas por la transculturización impuesta por sectores extranacionales que anhelan la unificación de la Isla quisqueyana.
Una institución del origen histórico del PLD, que fue creada por Juan Bosch, bajo el ideario patriótico y nacionalista de Juan Pablo Duarte, así como para velar y luchar por los valores auténticos de nuestra dominicanidad y por la defensa de una verdadera cultura nacional y popular, que haga posible que el orgullo patriótico y nacionalista se mantenga imbuido en la mente de cada uno de los hijos de esta hermosa tierra, como una forma de impedir que los enemigos tradicionales que por siglos hemos tenido, sepan de antemano que quienes cohabitan en esta media isla, no le falta la disposición de defender a como de lugar, nuestra insignia tricolor, el Himno Nacional y el legado histórico que nos impregnaron los Padres de la Patria y de la Restauración, que es el de garantizar la soberanía e independencia nacional.
No es posible que este gobierno se haga de la vista gorda y no alcance a darse cuenta que lo que se está llevando a cabo desde Haití, es una meticulosa invasión impulsada por las autoridades que hoy dirigen el gobierno de ese conglomerado humano, pero también por países, que hoy, después que lo desfalcaron, no quieren asumir sus responsabilidades de llevarle la salud, educación, tecnología, comida, trabajo y la democracia, para que ellos no se vean precisados a cruzar las fronteras y quitarnos lo que nos hemos ganado con tanto sacrificio y sudor y que nos ha permitido encarrilarnos en cierta forma por el camino del progreso y desarrollo.
Cómo es posible que las calles de Santo Domingo, Santiago, La Vega, San Cristóbal y prácticamente de todas las ciudades y pueblos, sean tomadas por niño, mujeres y jóvenes pedigüeños que en las esquinas de cualquier barrio, montan una escena tétrica de hambre de miseria y de salvajismo, que solo podría ser posible en un Pais que no se hagan cumplir las leyes y los parámetros establecidos en materia de política migratoria. Súmele el hecho de que ahora están construyendo miserables viviendas de tejamaní en la ribera de los ríos, lugares estos que representan peligros inminentes. Pues además, ante la mirada indiferente de nuestras autoridades están apropiándose en los centros comerciales de la ciudad y pueblos, de los pasillos establecidos para el peatón, al mismo tiempo que están retrotrayendo prácticas de venta que habían sido olvidadas por los dominicanos, por ser estas atrasadas y medievales, como es la venta casa por casa con una ponchera en la cabeza, cosa esta que en estos tiempos representa una mala imagen de pobreza en el mundo de hoy.
El gobierno dominicano tiene que reconocer que no ha sido capaz de elaborar una política migratoria que garantice que nuestro territorio no será invadido por motivaciones de necesidad económica ni mucho menos por mandatos de las grandes potencias. Tenemos que frenar esa política que tienen nuestros vecinos, de ir mordiendo lentamente el territorio, para luego ante los organismos internacionales exigir que se les reconozca el derecho a ser propietario de algo que se tomaron por las malas. No podemos permitir que se forme un país dentro de otro país, como sucedió con la Yugoslavia del Mariscal Tito.
Es necesario que frenemos la ocupación planificada, porque sino, en el futuro inmediato serán ellos, los que decidirán en las elecciones imponiendo sus candidatos y exigiendo cuotas de poder en las instituciones estatales.
Pues, esto es así, si tomamos en cuenta, que la carga haitiana que tenemos debe andar por más de un millón de haitianos que se niegan a regresar a su territorio y que incluso muchos de estos ya se sienten ser dominicanos al extremo de negar su origen y máxime si ya ellos tienen aquí, Iglesias que les predican en creol. Además poseen la forma y manera de divertirse oyendo y bailando su música, el gagá, la que han expandido por todo el país, con el apoyo de malos dominicanos que se dejan manipular por las organizaciones llamadas ONG, que a cambio de su actitud pro haitiana reciben dinero de gobiernos extranjeros enemigos de la dominicanidad.
Cuidémonos, es tiempo de que abramos los ojos, porque lo que viene, sino se toman las medidas necesarias, no es chiquito, es el destino nuestro el que esta en juego.
Autor: Francis Pérez
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