lunes, 5 de diciembre de 2011

El bautismo de fuego del Che Guevara en Cuba





Tres días después de hallarse en el territorio cubano, Ernesto Che Guevara recibe su bautismo de fuego. Esto ocurrió exactamente el 5 de diciembre de 1956 en la zona conocida como Alegría de Pío, sitio situado cerca de Cayo Cruz, en el municipio Niquero, en la parte sur de la entonces provincia de Oriente.

Los combatientes rebeldes habían llegado hasta este lugar muy extenuados por las intensas caminatas realizadas desde que se produjera el día 2 el desembarco del yate Granma, así como por la falta de alimentos y también la escasez de agua potable. Años después en sus relatos de la guerra revolucionaria el Che precisó cuál era el estado de la tropa rebelde a su llegada a Alegría de Pio.

“En la madrugada del día 5, -detalló- eran pocos los que podían dar un paso más; la gente desmayada, caminaba pequeñas distancias para pedir descansos prolongados. Debido a ello, se ordenó un alto a la orilla de un cañaveral, en un bosquecito ralo, relativamente cercano al monte firme. La mayoría de nosotros durmió aquella mañana.”

El Che contó que posteriormente aviones y avionetas del ejército de la dictadura empezaron a sobrevolar por la zona.

Y añadió: “Algunos de nuestro grupo, tranquilamente, cortaban cañas mientras pasaban los aviones sin pensar en lo visible que eran dada la baja altura y poca velocidad a que volaban los aparatos enemigos.”

Precisó el Che que en Alegría de Pio en correspondencia con su función de médico de la tropa rebelde atendía a sus compañeros y practicaba curaciones a los que tenían los pies heridos.

“Creo recordar mi última cura en aquel día –manifestó-. Se llamaba Humberto Lamotte el compañero y ésa era su última jornada. Está en mi memoria la figura cansada y angustiada llevando en la mano los zapatos que no podía ponerse mientras se dirigía del botiquín de campaña hasta su puesto.”

El Che igualmente precisó que estaba conversando con Jesús Montané Oropesa en el instante que se produjo el ataque por sorpresa de los soldados de la dictadura: “Montané y yo estábamos recostados contra un tronco, hablando de nuestros respectivos hijos; comíamos la magra ración –medio chorizo y dos galletas- cuando sonó un disparo; una diferencia de segundos solamente y un huracán de balas –al menos eso pareció a nuestro angustiado espíritu durante aquella prueba de fuego- se cernía sobre el grupo de 82 hombres.”

Ofreció otros detalles de cómo se desarrollaron los acontecimientos al exponer: “Me acuerdo que, en medio del tiroteo, Almeida –en ese entonces capitán- vino a mi lado para preguntar las órdenes que había, pero ya no había nadie allí para darlas. Según me enteré después, Fidel trató en vano de agrupar a la gente en el cañaveral cercano, al que había que llegar cruzando la guardarraya solamente.
La sorpresa había sido demasiado grande, las balas demasiado nutridas.”

El Che también precisó en su relato acerca de lo ocurrido en Alegría de Pío el 5 de diciembre de 1956 que un compañero dejó una caja de bala casi a sus pies y que al indicárselo le contestó con cara que recordaba perfectamente, por las angustia que reflejaba, algo así como “no es hora para caja de balas” y que inmediatamente siguió el camino del cañaveral.

Y en ese instante el Che tuvo ante sí una disyuntiva. Él lo relató de la siguiente manera: “Quizás ésa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila para cruzar el claro que me separaba de las cañas.”

En Alegría de Pío el Che resultó herido por primera vez en Cuba. Contó que cerca de él un compañero caminaba hacia el cañaveral y que una ráfaga que no se distinguió de las demás, los había alcanzado a los dos.

Y añadió: “Sentí un fuerte golpe en el pecho y una herida en el cuello; me di a mí mismo por muerto.”

El Che explicó que se quedó tendido en el suelo y que había disparado un tiro hacia el monte y que inmediatamente se puso a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en que parecía todo perdido.

Precisó al respecto: “Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol, se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte por congelación en las zonas heladas de Alaska.”

Detalló lo que hizo entonces: “Por un momento quedé solo, tendido allí esperando la muerte. Almeida llegó hasta mí y me dio ánimos para seguir; a pesar de los dolores, lo hice y entramos al cañaveral.”

En las horas y días siguientes el Che formando parte del pequeño grupo de combatientes que encabezaría en ese instante Juan Almeida, continuó avanzando hacia la Sierra Maestra con la esperanza de reencontrarse con Fidel y seguir la lucha revolucionaria.

El Che en la parte final del trabajo citado significó que ese 5 de diciembre de 1956 se inició la forja de lo que sería el Ejército Rebelde.

No sólo en ese material inicialmente publicado en la revista Verde Olivo, el 26 de febrero de 1961, el Che evocó lo ocurrido en Alegría de Pío en la fecha señalada. También en un discurso que pronunció en el Ministerio de la Construcción el 28 de octubre de 1964 en ocasión del quinto aniversario de la desaparición física del comandante Camilo Cienfuegos, contó de manera esencial una anécdota sobre la actitud de Camilo hacia él a las pocas horas de haberse producido el ataque sorpresivo de los soldados de la dictadura, lo cual había provocado la dispersión de los combatientes revolucionarios.

“Nos habían sorprendido; en la huida yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más, y nos reunimos un grupo disperso. Fidel había salido con otro grupo. Éramos unos 10 ó 12. Y había más ó menos una ley no escrita de la guerrilla que aquel que perdía sus bienes personales, lo que todo guerrillero debía llevar sobre sus hombros, pues debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conserva que cada uno tenía en ese momento.

“Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo –viendo que yo no tenía nada que comer, ya que, la frazada no era un buen alimento- compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad.”



web@radiorebelde.icrt.cu / Víctor Pérez Galdos

1 comentario:

  1. Ponen al tal che como un heroe mas la vedad es qie su vocacion era mater y encontro en el bullicio rebelde una forma facil de matar gente. Mato hasta el ultimo dia de su existencia este degenerado y fracaso hombre hasta que otro mas maton que fue fidel lo envio a lugares inospitos para que matara campesinos. Hasta que lo agarraon. Nada que agradecerle a este degenerado maton

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