lunes, 31 de octubre de 2011

“El predominio de la palabra”




“Una imagen vale más que mil palabras”, afirma el rebaño de la colectividad, los promotores del turismo, su industria.

La afirmación niega la existencia de Dios, los teólogos deben oponerse. Cuando no existían las imágenes, Dios las creó a través del soplo de la palabra.

La imagen es dada al olvido a través de las edades, la palabra se siembra en la eternidad del recuerdo. La imagen no reproduce a la realidad en su contenido intrínseco, padece del enclaustramiento que provoca el fenómeno de la interpretación o fijación del objeto.

Una palabra puede estallar una guerra, provocar un armisticio. La palabra amor supera a todas las imágenes, su influencia derrota a la mejor fotografía.

Mediante el verbo logramos el milagro de la fragancia, caracterizar a la terquedad, a la ignorancia, a toda manifestación abstracta de la conducta humana.

¿Proyecte una foto a la memoria como la proyecta una palabra?

La palabra provoca sed, pánico, delirio, entusiasmo, orgullo, desenfreno.

No existe una imagen que pueda desencadenar en el universo de la expresión lo que puede una palabra. Basta que se diga ¡Fuego!

Piense, analice la barbarie lingüística que plantea la afirmación que usted repite como un loro.

“Una imagen vale más que mil palabras” ¿Cómo tomaste conciencia de las imágenes, sino mediante las palabras?

Si la vida de la Tierra provino del cosmos, con esa carga de materia, gases, llegó primero la palabra. Sin conciencia que lo manifestara el entorno sería irreconocible. Gracias a las palabras, interpretamos a las imágenes, tomamos conciencia de las mismas, nos recreamos ante el esplendor, la belleza, lo inefable.

Podrían existir imágenes, pero sin palabras que las interpretaran, el entorno sería un baúl macabro sin sentido ni fin.

La jerarquía de la palabra ante la imagen es indiscutible e irrefutable.
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Autor: Diosdado Consuegra

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